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Arquitectos: DJ Arquitectura
- Año: 2009
Descripción enviada por el equipo del proyecto. Para la construcción de la piscina municipal, el Ayuntamiento de Lobres consideró el solar de las antiguas escuelas, quedando un edificio restante recientemente rehabilitado como gimnasio. Una manzana con más de tres metros de desnivel entre sus límites dentro de la cuadrícula de edificación de pequeña escala, de no más de dos pisos de altura, huertas y acequias que rodean el casco urbano de este pequeño valle del Guadalfeo, junto al mar de Granada.
Un nuevo equipamiento ubicado dentro del núcleo consolidado, con un uso lúdico asociado por la memoria colectiva a un espacio abierto con cualidades naturales. El ideal de este jardín sugirió la idea de la piscina como un trozo de paisaje traído a este lugar, de manera de conciliar la actividad del baño urbano y público, con la necesaria privacidad y autonomía, en un ambiente natural lúdico favorecido por las cualidades ambientales que pueden ser disfrutado en esta costa tropical.
Este fragmento de paisaje se convierte en un valle artificial que se asienta aprovechando la pendiente, para evitar excavaciones, debido a la dureza del terreno, y encuentra su perfecta ubicación hacia el paisaje circundante. Esta superficie, donde se ubican las piscinas recreativas y de natación, continúa en pendientes; su línea cambiante de cornisa es consecuencia de esta delimitación del recinto de baño, la apertura a las vistas hacia el sur a través de los tejados, con el mar al fondo, o el perfil de los cerros al norte.
El valle está definido por estas nuevas vertientes, recortadas por muros blancos, toscos y encalados, como en la tradición agrícola constructiva. Dentro de este paisaje, 'intramuros', el espacio bajo las pistas alberga los vestuarios, las áreas de servicio y el quiosco. A través de una gran puerta de entrada, una pendiente que viene de la calle te lleva en penumbra hacia la ligereza de los valles, un paseo dejando atrás el pueblo y redescubriéndolo en un lugar extraño y lúdico.
Un camino que sigue adentrándose en lo íntimo, los vestuarios; aquí el juego de agua se convierte en un ambiente húmedo, donde la luz es atrapada por las burbujas y llevada al suelo a través de los lucernarios que perforan las laderas, oscureciendo aún más el techo de hormigón cavernoso, brillando en las gotas de vapor que emanan de las duchas, un ambiente cálido y tranquilo atmósfera.
El proyecto es un paisaje artificial cuya capa final, el acabado, influye de manera muy directa en su percepción, reforzando la ambigüedad que se suscita entre lo natural y lo artificial. Un traje de césped artificial bordado con vegetación se adhiere a este maniquí geológico, recortado cuando le llega el agua.
Un material reciclable y de fácil mantenimiento hace que una pradera sea sostenible en estas latitudes; la homogeneidad verde manufacturada se rompe con la vegetación tropical, madreselvas trepadoras que inundan el valle con su olor, matas de cerezo de invierno con sus flores carnosas de color naranja brillante y árboles fuente desafiando el invierno con el escarlata de sus flores, llevándonos al mundo de lo fantástico. Es por eso que la sombra cerca de la barra no es un dosel, sino una nube de lienzo blanco que cuelga de perfiles ondulados, que se vuelve áspera con el viento, como el lavado del vecino en la línea, imprimiendo su sombra sinuosa en la pradera.